miércoles, 16 de diciembre de 2015

MARIANO MELGAR,,

200 AÑOS DE POESÍA Y REBELDÍA
Alfredo Herrera Flores
Lunes 14 de diciembre de 2015. Tomado de Fcebook.
Hacia finales del siglo 18, las colonias españolas en América alimentaban las ansias de independencia con una serie de sucesos políticos, intelectuales y violentos que rápidamente fracasaban. Pero estos acontecimientos, que se propagaban rápidamente como noticias esperanzadoras para unos y trágicas para otros hasta los rincones más alejados del continente, no eran más que semillas que brotarían luego como sendos levantamientos y rebeliones que a la postre derivaron en la deseada independencia, que varios países celebran ya, a estas alturas de la historia, como el bicentenario de su rompimiento con España o como el nacimiento de la república.
En medio del fragor de batallas perdidas, las ideas libertarias y los nervios de los reyes españoles, en Arequipa, una ciudad criolla al sur del Perú, nacía el tercer hijo de los once que tuvieron don Juan de Dios Melgar y Sanabria y doña Andrea Valdivieso y Gallegos: Mariano Lorenzo. Corrían los días de agosto de 1790, cuando nació y fue bautizado quien solo 24 años después habría de morir fusilado por las tropas realistas, hace 200 años, y con el tiempo sería conocido como Mariano Melgar, el poeta revolucionario precursor de la poesía peruana y prócer de la independencia.
El 2015 se cierra con el recuerdo de esta gesta heroica mezclada con el fervor sentimental de un joven que escribió poemas en una época en que aún no se había inaugurado una literatura nacional en el Perú, que además todavía no había nacido como país y cuya producción literaria se limitaba a unos cuantos poetas que escribían versos españoles, o españolizados, emulando a los epígonos del siglo de oro español.
La historia de Mariano Melgar es singular. Nacido en una Arequipa que Flora Tristán describiera como pacata e hipócrita, y que con el tiempo se autodenominaría como “república independiente”, y además hermosa en arquitectura y paisaje, pronto destacó como precoz niño inteligente y hábil para las letras y los números en las aulas del convento de San Francisco. Según una biografía del poeta publicada este año por José Gabriel Valdivia en Arequipa, la apremiante situación económica de la familia hizo que el padre de Mariano solicitara una capellanía a favor de su hijo, lo que le fue concedido y motivó muy pronto que el futuro prócer se decidiera por el Derecho y los hábitos.
La literatura peruana le debe mucho a Mariano Melgar; las continuas ediciones de su obra, los estudios académicos y la difusión que se intenta hacer cada vez con mayor entusiasmo, son una muestra de su vigencia.
Desde los 17 años, cuando ingresa al seminario San Jerónimo, hasta los 20, en que viaja a Lima, Mariano Melgar demostrará sus capacidades intelectuales asumiendo discursos y cátedras, traduciendo del latín a poetas y dramaturgos, y escribiendo su tesis doctoral sobre la “Independencia o personalidad de las naciones”, lo que reconocen sus maestros, condiscípulos y colegas. Pero la mayor inspiración literaria fluirá movida por el amor, además un amor no correspondido. Así, ante el primer fracaso escribiría unos sentidos poemas a “la cruel Melisa”, nombre tras el cual escondió, o protegió, el verdadero de su frustrado amor, y luego vendría el definitivo amor, tampoco retribuido, de María Santos Corrales y Salazar, quien pasaría a la historia de la sociedad y la literatura peruanas como “Silvia”.
Esta decepción hizo que el joven poeta se refugiara en la poesía y la música. Dicen que se le veía pulsando la guitarra e improvisando sentidos versos a ritmo de yaraví, una tonada triste y lenta propia de la zona de la sierra peruana y que provenía del antiguo harawi quechua, que entonaban los antiguos peruanos como letanías u oraciones. Mariano Melgar es reconocido también como fino cultor del yaraví, y de hecho varios de sus poemas amorosos titulan como tales.
De aquella etapa dramática quedan muchas elegías y una extensa epístola dedicadas a “Silvia”. En sus versos se lamenta:

Mi amor ansioso, mi fatal cadena,
A ti me trajo con influjo fuerte.
Diré: “Ya soy feliz, mi dicha es plena”.
Pero, ¡ay!, de ti me arranca cruel mi suerte;
Este es mi cruel dolor, este mi duelo;
En verdad busqué vida, y hallo muerte.
Mejor hubiera sido que ese cielo
No volviese a mirar y solo el llanto
Fuese en tu ausencia todo mi consuelo.

La poesía melgariana, que se encasilla en general como romántica, no solo asume esa temática, sino que además utiliza un lenguaje que marca drástica distancia con el estilo que desde España se imponía como ideal, de moda o correcto. Melgar, que estudia seriamente el lenguaje culto, se expresa con su habitual forma arequipeña de entonces, casi pueblerina, cotidiana y sencilla. Este es, entonces, uno de los principales argumentos para definir la poesía de Melgar como propia del Perú, más aun de un Perú lejano al centralismo limeño, desde donde, hasta hoy, se piensa que se imponen las ideas, los temas y estilos literarios.
Los libros que se han editado, y reeditado con ocasión del bicentenario de su muerte, han logrado reunir 180 composiciones de Mariano Melgar, entre epístolas, glosas, elegías, odas, fábulas, canciones y yaravíes. Algunas de ellas se publicaron en revistas de la época, pero la mayoría se conservaron en dos cuadernos manuscritos que se publicaron a pocos años de su inmolación.
Es comprensible, la decepción amorosa empujó a Melgar a refugiarse en la soledad en un valle cercano a Arequipa, pero no amilanaron su interés por las ideas libertarias. Aunque algunos consideran que la fatalidad amorosa motivó la decisión de unirse a las fuerzas patrióticas y otros argumenten que el clima revolucionario de la época inevitablemente asimilaría a un joven inteligente creyente de la independencia, lo cierto es que el joven Mariano Melgar no tuvo mucho tiempo para llenar más páginas de poesía.
La rebelión de Túpac Amaru II en el Cusco, que marcaría el 4 de noviembre de 1780 el inicio del proceso libertario promovido por los indígenas, acabaría trágicamente el 18 de mayo del siguiente año, cuando el líder andino fue decapitado luego de que no pudieron descuartizarlo tirando con caballos de sus cuatro miembros; antes debió presenciar la muerte de su mujer, sus hijos y sus principales colaboradores. Pero el grito de libertad se había dado, y otros sectores de la población siguieron el ejemplo. La madrugada del 3 de agosto de 1814, otra vez en Cusco, los hermanos José, Vicente y Mariano Angulo se levantan en armas, tropas provenientes de los vecinos poblados de Puno, Abancay y Arequipa estaban en camino para unírseles, formando un corredor militar patriota que se mantendrá, ahora con fines comerciales, culturales y políticos, hasta hoy.
Mariano Melgar se enrola en las tropas rebeldes y con 24 años es nombrado auditor de guerra y comandante de artillería, bajo el mando de Mateo Pumacahua, viejo militar que antes había vestido el uniforme realista. En las frías pampas del altiplano puneño, en la zona de Ayaviri, se encuentran los ejércitos realista y patriota y se preparan para la batalla, a pesar de que antes se había ofrecido y negociado rendiciones. Luego de un desigual enfrentamiento, la madrugada del 11 de marzo de 1815, el poeta Mariano Melgar era fusilado junto a sus compañeros de armas e ilusiones.
Esa fecha ha marcado una muerte, un tránsito y un nacimiento. Mariano Melgar se inmolaba en nombre de la patria y el sueño legítimo de la independencia, pero la historia continuaba y nuevos levantamientos de producían en América hasta el 9 de diciembre de 1824, cuando luego de que el libertador Simón Bolívar y el general San Martín resolvieran las campañas libertadoras en el Perú, se libraba la batalla definitiva en las pampas de Ayacucho, sellándose así la independencia de América del Sur, y nacía la literatura peruana con el legado poético de Melgar, una obra breve pero intensa en emoción amorosa, de profundo lirismo al enfrentar a decepción, culta desde la formación expresión del poeta y propia por el sentimiento local con que se enfrenta el amor y el patriotismo.
Desde entonces, las figuras literarias y patrióticas que representa Mariano Melgar no han podido opacarse entre ellas, por el contrario, es importante la tradición poética que se ha desprendido de su obra, que perdura hasta hoy, y no menos importante es su legado de patriotismo, que ahora se lee ejemplar. La literatura peruana le debe mucho a Mariano Melgar; las continuas ediciones de su obra, los estudios académicos y la difusión que se intenta hacer cada vez con mayor entusiasmo, son una muestra de su vigencia.
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Alfredo Herrera Flores
Escritor y periodista peruano (Lampa, 1965). Estudió periodismo y literatura en Arequipa y tiene estudios de maestría en literatura latinoamericana, mención estudios culturales, y en comunicación para el desarrollo. Ha obtenido el Premio Copé de Oro de Poesía, en 1995, y el premio nacional de poesía convocado por la Municipalidad de Paucarpata, el mismo año. Ha publicado los libros de poesíaEtapas del viento y de las mieses (1986), Recital de poesía (Flordecactus editores, 1990), Elogio de la nostalgia (con prólogo de Pablo Guevara, Lluvia Editores, 1995), Montaña de jade (Premio Copé de Oro de Poesía, Ediciones Copé, 1996), Mares (Lago Sagrado Editores, 2002), El laberinto (2008), Coca (2009), Mare nostrum (Universidad Nacional del Altiplano, 2013), Mar de la intensidad (Cascahuesos Editores, 2014), el cuento Rosario a las seis (2005); otros textos y artículos periodísticos se han publicado en varios países en revistas y diarios impresos y electrónicos. Ha ocupado diversos cargos en la administración pública y ejerce la docencia universitaria. Mantiene la columna El barco ebrio y el blog La silla prestada donde reflexiona sobre literatura, periodismo, política y cultura.


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