domingo, 13 de septiembre de 2015

TITCACA EN REVISTA "IN"

EXPLORANDO EL LAGO SAGRADO
Escribe: Marlén Castro. Fotos: Rafael Cornejo
Tomado de la revista “in”.  Septiembre 2015 pp. 149-151
Casi rozando el cielo, el Titicaca y sus alrededores ofrecen un recorrido inolvidable, por islas, pueblos, personajes y cultura. Un periplo que, literalmente, quita el aliento
Inmensidad. Es la primera palabra que viene a la cabeza mientras se surcan las frías y profundas aguas del Titicaca, el lago navegable más elevado del mundo y el segundo más grande de América Latina -a 3.812 metros sobre el nivel del mar y de 8.562 kilómetros cuadrados de extensión-, cuyo espejo azul se funde en el horizonte con el celeste del cielo. Y es en ese momento de majestuosidad que se entiende por qué los incas eligieron -según la leyenda- este lugar como punto de origen para la expansión de su cultura.
Para llegar al lado peruano del lago (el 44% pertenece a Bolivia), el avión aterriza en Juliaca (1 hora 40 minutos de vuelo desde Lima), una ciudad agitada, de intenso movimiento comercial, 225 mil habitantes y que se recorre de manera ideal -y osada- a bordo de bicicletas motorizadas.
Antes de partir desde Juliaca rumbo a Puno, una buena idea es visitar las ruinas Chullpas de Sillustani, cementerio de la cultura Kolla que se desarrolló entre los años 1200 a 1450 en las riberas de la laguna Umayo. Ahí, sus vestigios de formas cilindricas de hasta 12 metros de altura ayudan a entender por qué esta cultura alcanzó tal esplendor y magnificencia.
Otra opción interesante es adentrarse en la vida cotidiana de los quechuas y aimaras, dos de las civilizaciones precolombinas más importantes del sur del continente, a través de las pintorescas localidades en los márgenes del lago, como los poblados de Paucarcolla, Atuncolla y otras reunidas bajo el nombre de Corredor Cultural Quechua.
El siguiente punto de la travesía es Puno, a una hora de Juliaca, conocida como la capital folclórica de Perú gracias a la famosa Fiesta de la Candelaria (en honor a la Virgen patrona de la ciudad) que se celebra en el mes de febrero, una de las mayores fiestas artístico- culturales del país y que ha sido catalogada por la UNESCO como Patrimonio Cultural de la Humanidad.
Con más de 126 mil habitantes, Puno se mueve a un ritmo menos vertiginoso que Juliaca, aunque el ajetreo también es parte de la vida diaria, sobre todo en la parte noreste, donde está el muelle del que zarpan las lanchas que se internan en el Titicaca rumbo a algunas de las 35 islas repartidas entre el lado peruano y boliviano, donde destacan, en este último sector, las del Sol y de la Luna.
Aquí hay otra ruta muy recomendada: el corredor Aimara. Si ya se internó en la vida de los pueblos quechuas, este periplo comprende doce villorrios, donde destacan Chucuito y Juli, también conocida como "la pequeña Roma de América", nombre derivado de sus cuatro templos construidos por Dominicos y Jesuítas, quienes pretendían convertir este sitio en el centro de la evangelización del altiplano.
ISLAS CERCA DEL CIELO
Mientras atravesamos estas inmensas y profundas aguas -en algunos sectores con casi 300 metros de profundidad-, nos cuentan la leyenda sobre el lago, cuyas aguas serían las lágrimas de dolor de Inti, el Dios del Sol, quien no pudo impedir que los pumas devoraran a las mujeres y hombres que poblaban la tierra. Un castigo enviado por los Apus (los dioses de las montañas), debido a que la gente rompió la prohibición de subir a las cimas de Los Andes. Fueron 40 días y noches de llanto y lágrimas, las que finalmente petrificaron a los felinos. De ahí el significado del Titicaca: laguna de los pumas de piedra.
El lago ofrece un amplio abanico de posibilidades para recorrerlo. Por ejemplo, las islas flotantes de los Uros, cuyos habitantes tienen su vida ligada a la totora, una planta acuática que crece de forma natural en el lago, que forma manchones verdes intensos y que, una vez seca por el sol, emite destellos dorados.
Las islas de los Uros son un grupo de 87 islotes con una isla capital, Hanan Pacha, que en voz quechua significa "Dios del Aire". Así la bautizó el jefe del pequeño territorio, Luis Carbajal Ayvar. Acá existe un restaurante, un hotel de tres habitaciones y venta de artesanías hechas con totora. Dormir en una de las islas flotantes es una experiencia única que puede gestionarse en el hotel de don Luis o con los habitantes de los islotes.
Pujllay de Santiago de Pupuja
Pero si solo se desea ver a los Uros como expresión cultural del lago, lo mejor es pasar las noches en Puno. ¿Una de las mejores opciones de alojamiento? El Hotel Titilaka, instalado en una isla privada de este mítico lugar. Además de sus 18 habitaciones, el personal se ha especializado en ofrecer a sus visitantes una gran variedad de excursiones y actividades, como trekkings y visitas a mercados locales.
Otra opción es llegar hasta la isla privada Esteves, donde funciona el Hotel Libertador Lago Titicaca. Con 123 habitaciones, el lugar dispone de múltiples actividades, siendo una de las más inolvidables los paseos en velero que recorren playas e islotes.
Una maravilla cerca del cielo.
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