domingo, 20 de mayo de 2012

Travesía en Bicicleta desde Puno a Moquegua


Escribe: José Antonio Mandujano Gallegos
Según el medio en que se viaje, la histórica ciudad de Moquegua, puede estar a 3.5 horas de la no menos histórica ciudad de Puno, o puede estar a 3 días de viaje, en dos bicicletas que juntas no alcanzan los 400 soles y de cuya solidez, dudé en todo momento.
La historia es tan actual que merece ser contada para conocimiento de los mas jóvenes que tienen pereza de caminar mas de dos cuadras. O para los más grandes, que andan quejándose de achaques que existen más en la mente, que en el cuerpo.
LOS ACTORES
Entre los cuatro aventureros convocados para realizar la travesía en bicicleta desde Puno, hasta la ciudad de Moquegua (distancia 260 kilómetros), solo vamos nombrar a dos: José Antonio Mandujano Gallegos, un ciudadano universal de 57 años de edad y 93 kilogramos de peso, soñador, amigo de los animales, de las plantas y de los demás seres. Por otro lado Gabriel Omar Mandujano Rubira, un pequeño gigante de 15 años de edad, de 1.75 metros de estatura, con peso aproximado de 57 kilogramos. Además con una voluntad que muchos jóvenes desearían tener.
LA PARTIDA
La fecha para la travesía fue cambiando por las inclemencias del clima, como nunca las lluvias se habían prolongado hasta el mes de abril. Así, fue como la partida se fue prolongando en forma indefinida, hasta el día sábado 5 de mayo del año 2012, en que dos soñadores parten a las 7.00 am, día despejado, fuimos despedidos por RaqueL, mamá de Gabriel, la única persona que no dudo nunca de nuestros deseos. Al resto de la familia no se les comunico casi nada, porque se hubiese preocupado mucho.
EL VIAJE
Casi sin ningún apuro; pero con una decisión a prueba de dudas, nos encaminamos por la ruta 5 de la carretera interoceánica. Fuimos devorando kilómetros y paisajes propios de la Cordillera Volcánica, que ha dejado mesetas como las de Cutimbo, en cuya cima nuestros antepasados han dejado monumentos funerarios, conocidos como las Chullpas de Cutimbo. Mas allá en el kilómetro 27 tropezamos con una formación de tufos volcánicos, conocidos como sillar. Este material es excelente para la construcción; pero no es aprovechado adecuadamente. A 30 kilómetros encontramos una edificación que se encuentra sin uso, un elefante blanco como muchos existentes en nuestro vasto altiplano.
El primer pueblo que nos toco pisar fue Laraqueri, un pueblo pujante, en cuya plaza uno de mis hermanos dejara una huella imborrable, es el monumento al Qarabotas, al mítico jinete alto andino, este se encuentra en la plaza principal del distrito. Luego de saciar nuestra sed, nos dirigimos a otro lugar importante de la ruta y es Loripongo (Km.57) lugar donde la naturaleza ha dispuesto la emanación de aguas medicinales y calientes. Hace 13 años tuve la oportunidad de trabajar en el proyecto Transoceánica de la región, y desde ese tiempo hasta ahora, en Loripongo no ha habido cambio alguno, nadie ha construido alguna poza, nadie ha realizado ninguna mejora, es como si el tiempo se hubiese detenido.Sin embargo era visitado por gente que conoce las propiedades medicinales de las aguas del balneario. Luego de apreciar un plato de trucha, había que proseguir rumbo a Huacochullo, una cuesta de 5 horas nos esperaba y una gente poco amistosa o muy desconfiada. Después de recorrer 25 kilómetros desde Loripongo y hasta ese momento 78 kilómetros arribamos a Huacochullo a las 8.00 pm aproximadamente; en este lugar deberíamos descansar; pero no sabíamos donde. Gracias al verbo pudimos convencer a un lugareño, de nombre Modesto. Nuestras osamentas y el resto, descansaron sobre unos cueros de alpaca, en el local artesanal de algún club de madres o alguna otra organización análoga.
Aquí haremos un alto para describir algo de nuestra realidad, Huacochullo se encuentra a 78 kilómetros de Puno; pero a 500 kilómetros de la realidad, nuestros gobernantes locales desconocen la realidad de estos pueblos; sin energía eléctrica, colegios poco atendidos; postas de salud desatendidas. La ganadería alpacuna a merced del frio y de las enfermedades. Hacen que estos pobladores miren a Moquegua, nuestro vecino millonario gracias al canon minero; muchos de ellos quieren pertenecer a la tierra de las paltas. Vamos a pedir a nuestras autoridades regionales, atención para estos pueblos, o los vecinos se encargaran de hacerlo.
Luego de un reparador y constructivo sueño de más de ocho horas, proseguimos nuestro viaje rumbo a la gloria o rumbo al fracaso. No teníamos certeza de lo que nos deparaba el destino, según los cálculos nuestra próxima parada debió ser Titire, esto realmente ocurrió cuando a las 10 am del día 6 de mayo, avistamos la pequeña localidad, según todos perteneciente a Puno; pero según algunos perteneciente a Moquegua. Algunas autoridades de ese departamento, hasta se han atrevido a construir una plaza.
En Titire (kilometro 103) nos correspondió recuperar las energías con unos edificantes chicharrones de alpaca, en el único restaurante del lugar, allá como en otros sitios la pregunta era constante. ¿Por qué iban en bicicleta? Si había carros para viajar. No había muchos deseos de discutir con la gente, lo que había eran deseos de llegar a Moquegua. Y el viaje proseguía lento pero constante hasta arribar a Puente Bello, un lugar sacado de los cuentos de hadas, donde la naturaleza ha esculpido formas caprichosas, grutas maravillosas y pareciera decirnos que allá hay vida a través de emanaciones de agua caliente y gases sulfurosos, de fuerte olor. Todo un espectáculo que pago el esfuerzo con intereses altos.
Después de visitar los geiseres de Puente Bello, nos correspondió padecer de una dura etapa en la travesía, deberíamos pasar por el abra Ojelaca, este accidente geográfico no llegaba nunca hasta que en un recodo del terreno se leía, abra Ojelaca 4592 msnm. Esto fue un hecho importante, porque después de esto venía una gran pendiente, que permitió avanzar unos 10 kilómetros llenándonos de entusiasmo. En este punto el agua anduvo escaseando así que a pasar el sombrero, el requerimiento surtió efecto cuando un compasivo volquetero nos acudió con una botella de agua San Luis y dos panes grandes; nuestro agradecimiento al joven conductor que se apiado de dos singulares viajeros.
La travesía se tornó penosa debido a un viento contrario de unos 20 kilómetros por hora, este hacia dura la tarea de pedalear, las distancias se hacían largas inacabables, casi infinitas. A pesar de todos esos inconvenientes nunca paso por la mente de los viajeros, abandonar la empresa; solo había que tomar algunas decisiones. Según nuestra bitácora, debíamos tocar Humalso o Humajalso; pero este campamento no aparecía ni en los sueños. De pronto la salvación estuvo de nuestro lado, como un espejismo apareció detrás de una curva la escuela de Chilota, una edificación moderna, donde se nos apareció la virgen enviándonos a un joven motociclista, que se alojaba en la escuela, luego de las presentaciones de ley, el trabajador del Proyecto Alpaca de Moquegua resolvía alojarnos por esa noche. Esto salvo el pellejo de los viajeros que eran amenazados por el frio y por el cansancio.
El nombre de nuestro salvador es Pablo Nina Mamani un joven técnico agropecuario, que se dignó alojarnos en su posada en su habitación de la escuela IEP N° 43166 de Chilota compresión del Dpto. de Moquegua. Durante la noche se encargó de ilustrarnos acerca de la realidad de esos paramos, donde la crianza de la alpaca es casi la única actividad económica del lugar. Otra de las realidades de esos parajes es la escasa población existente, aquí parece que las prácticas de control de la natalidad, hubiesen tenido mucho éxito.
Luego de agradecer por la atención recibida había que proseguir el viaje, que seguía siendo incierto, el siguiente punto debía ser Humajalso; pero no sabíamos cuánto tiempo deberíamos pedalear para llegar a ese destino. Las cuestas se hacían interminables; pero para gratificar venían unas bajadas asombrosas, donde nuestras escuálidas bicicletas desarrollan según se puede calcular, unos 40 km por hora. El sol jugaba su partido se tornaba inclemente; pero se compensaba esta “agresión” con paisajes que para describirlos, nuestro español queda corto. Nieves eternas, manadas de alpacas, bofedales o humedales que hacían posible la vida a esas alturas, que se encontraban encima de los 4500 msnm. Todo un espectáculo, que nos recordaban nuestra pequeñez, nuestro carácter efímero, nuestra presencia poco importante frente a la grandeza de la naturaleza.
Después de 5 horas de travesía avistamos un campamento a lo lejos, ese era el campamento de Humajalso, cruzamos hacia él, pasando por un arenal estéril e inacabable, en uno de estos tramos pudimos observar las huellas de un ñandú, nada más, el animalito pasaría hace un día, hace una semana; eso no se sabe. Lo que si se puede afirmar es que existe alguno de ellos circulando por la inmensidad del arenal, cuando estos seres desaparezcan, sabremos que el fin de la raza humana está cerca y hay que ver el entusiasmo con que aniquilamos la naturaleza.
En Humajalso pudimos saciar nuestra sed industrial, de comer no había nada eso hubiese sido mucho pedir, en nuestro caso, la sed era una de las amenazas mas temibles, la otra era que el viaje seguía siendo incierto. La gente no daba razón de las distancias, ni del tiempo que tardaríamos en llegar al desvío de Carumas, eso era preocupante, sin duda. Para volver a la pista tuvimos que trepar una cuesta que de solo verla daba fatiga, la subida fue tortuosa, se puede decir que fue el obstáculo mayor. Dos horas fue el tiempo que demoramos en trepar la cuesta y casi toda la energía disponible para ese efecto. Después sobre la pista, la cuesta se prolongaba indefinida e interminable, algunas bajadas premiaban en esfuerzo y avanzábamos con el mismo entusiasmo que al principio.
En ningún momento se habló de regresar, tampoco nadie se arrepintió jamás de haber partido, con rumbo a lo desconocido. Ninguna queja, ninguna maldición, nadie recrimino a nadie. No hubieron crisis de ninguna especie; solo pensaba que nuestros ingenieros y topógrafos en vez de ir por la quebrada, habían buscado las cumbres, no se si para hacer mas fácil el descenso. O para hacer el asunto más  difícil o será que no estuvimos en el pellejo de nuestros esforzados ingenieros.
El esfuerzo de más de cuatro horas de inagotables cuestas e incontables curvas; a las 3:00 pm del día 7 de mayo, tuvo un premio y es que avistamos el paraje de Chilligua, que es a su vez el desvió a Carumas y la puerta de entrada al valle de Torara. Luego de comer unos deliciosos y reparadores chicharrones nuevamente, nos esperaban 80 kilómetros de pendientes y curvas, hasta Moquegua. Nuestros pesados cargamentos y nuestros pesados cuerpos, se deslizaban a 40 km por hora, aunque dicen los historiadores que llegamos a 50 km por hora. En un abrir y cerrar de ojos se mostraba el cerro Baúl, todo un símbolo de nuestra travesía. El valle de Torata no se hacía esperar, tampoco la ubérrima y acogedora villa de Moquegua, que a las 6:30 Pm casi en plena obscuridad, se abría nuestros ojos, como diciéndonos que habíamos cumplido con un sueño, esperándonos con el ruido propio de la ciudad, que sonaba a esperanza, a triunfo, a gloria.

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