lunes, 13 de abril de 2009

ALFERADOS


Las festividades y los personajes que las hacen posibles

Escribe: Guillermo Vásquez Cuentas
Reiterados estudios realizados en los últimos tiempos por solventes entidades académicas y de investigación, dan cuenta que son más de tres mil, más o menos, las fiestas populares con principal contenido religioso que se celebran año a año en la inmensa mayoría de los pueblos diseminados a lo largo y a lo ancho del territorio peruano; pero es en la región de la sierra – y el altiplano, dentro de ella- en donde este tipo de acontecimientos periódicos ha cobrado notable difusión e importancia, mostrando en cada lugar una serie de instituciones-costumbre que le son propias. De ellas, en esta oportunidad tocamos el caso de los mayordomos, carguyojj, prebostes, alferados, etc., personajes clave en esas fiestas. Veamos.
Sincretismo cultural y evangelización
Para nadie es secreto que el sincretismo cultural andino-occidental, uno de los rasgos característicos de la vida social peruana, se advierte con mayor nitidez en la vida social de ciudades, pueblos, aldeas y villorrios desperdigados en Los Andes. El sincretismo cultural se refiere a la mezcla y a la fusión de lengua, conocimientos, creencias y costumbres, como consecuencia del encuentro de dos patrones culturales, después de un largo desarrollo que muchos llaman de mestizaje. Algunas veces dan la apariencia de una cultura mixta, en otras muestran dos culturas en constante unidad y lucha.
Casi desde la violenta irrupción española en territorio del Estado tahuantinsuyano, los peruanos de ese tiempo tuvieron que lidiar con la fuerza de la influencia y de la imposición de las culturas europea e hispana, de que los invasores eran portadores.
Estos invasores (llamados “conquistadores” desde puntos de vista hispánicos) eran gente armada que venía comprometida ante las instancias políticas y religiosas de la península ibérica con la consigna de propagar, bajo distinta forma, la fe católica en las nuevas tierras y nuevas gentes que fueran “descubiertas”.
Sin embargo, la responsabilidad evangelizadora en concreto recayó en el clero, en los sacerdotes que vinieron a convertir a los indígenas al cristianismo para cumplir así la llamada “finalidad espiritual” de la colonización. Los curas (las personas más cultas de la época) como capellanes de ejército, misioneros, predicadores, extirpadores de idolatrías, constructores de templos, etc., impusieron con su acción tenaz y consecuente, unas veces por la violencia, otras por la persuasión, las creencias de que eran portadores.
Hay quienes dicen que la introducción de la cultura occidental en nuestro suelo y con ella la nueva fe religiosa, fue relativamente fácil comparándola con lo sucedido en otras latitudes del mundo, por el “corto” tiempo que demandó alcanzar el objetivo evangelizador, consistente en ganar un gran país –por extenso y poblado- a favor de Roma y el catolicismo. Pero aseveraciones como esas, soslayan –interesadamente, sin duda- la intensa lucha de resistencia cultural con que respondieron los pueblos andinos, desde la llegada de los “viracohas” hasta ahora mismo. La lucha continúa.
Las actitudes de los indígenas ante las poderosas fuerzas de la imposición religioso-cultural se tradujeron en buscar y encontrar formas que concilien creencias y prácticas de ambas partes, en pos de una suerte de convivencia, complementación, fusión, transculturación o interacción cultural.

En los pueblos nativos u originarios se pensaba o decía sí pero al mismo tiempo no. Sí a Jesucristo pero asimilado al “Tayta Inti” el padre sol y sí a uno de sus apóstoles que dicen que estuvo por estas tierras conocido como Thunupa. Sí a la Cruz de mayo, pero medio a escondidas, la “chacana”. Sí a San Santiago Apóstol, pero para los runas el rayo o “Illapa”. Sí al Corpus Christi, pero evocando al “Inti Raymi” y al “Oncoy mita” o procesión de momias de todos los Inkas o Reyes del Tawantinsuyo. Sí a tal o cual santo, pero comparándolos con el apu o achachila de tal o cual cerro. Sí al ángel de la guarda, visto como “uywiri”. Sí al rito de la misa, parecido al nativo “aytu”. Sí a la Virgen María, pero como la pachamama, y así… buscando equiparar similitudes para camuflar lo extranjero y al mismo tiempo mantener las propias creencias.
El poder religioso, determinante en Europa, buscó a través de la evangelización en el nuevo continente “sacar a las poblaciones autóctonas de las creencias animistas, fetichistas y heliocentristas muy antiguas, vivas, complejas y variadas", es decir sin ambages: acabar con las costumbres y creencias religiosas de los indios, desde el poder político-militar o con el total apoyo de ese poder. En el uso y abuso de esos poderes se cometieron muchas tropelías en contra de los indios, las mismas que finalmente fueron justificadas teológicamente por el hecho de que en la salvación de sus almas, no debía escatimarse daños ni perjuicios directos o colaterales. Muchas atrocidades cometidas por los “conquistadores” se han justificado y amparado en esa teología.
Aún así, aunque teórica y oficialmente se aduce que el Perú es un país católico, en la práctica, muchos elementos y usos del sistema de creencias religiosas que imperaban en el inkario, están todavía y también vigentes en los Andes, no solo del Perú, sino también de Bolivia, Ecuador, parte de Argentina y de Chile .
El santo patrono y las fiestas religiosas
En la catequesis puesta en práctica los sacerdotes y agentes de pastoral, entre muchas acciones y medidas a que estos recurrían, se promovía y hasta imponía a los pueblos a que estos opten o elijan un santo patrono, al que tenía que festejarse. Esas nuevas obligaciones, así adquiridas, entraron en inmediata contradicción con las creencias y culto inmemorial a las divinidades vernáculas. Uno de los resultados de esa pacífica pero dura confrontación es el sincretismo religioso, que tiene un amplio muestrario en la realidad social peruana.
Así, en las festividades religiosas de nuestro país concurren lo cristiano y lo pagano. Si bien a primera vista, externamente, predomina el culto católico, subyace en ellas cuando menos la evocación de antiguas divinidades, algunas milenarias, esta vez con nombres de santos usados en las prácticas cristianas. El respectivo programa de actividades prevé misas, procesiones, desfiles, danzas, bailes, peregrinaciones, comidas, ferias; todo lo cual se prepara con anticipación.
En la multiplicidad de prácticas, usos y costumbres que se aplican en las fiestas patronales de nuestro país, ponemos nuestra especial atención en el personaje que es infaltable y privilegiado protagonista en la promoción, organización, ejecución, supervisión de los actos que él preside y que componen el programa del siempre importante y periódico festejo.
El personaje asume esos roles algunas veces por elección de un grupo de personas interesadas en la continuidad y éxito de la celebración de la fiesta; otras por cumplimiento de turnos anteladamente establecidos en aplicación de prácticas de reciprocidad por quienes participan en la vida de un colectivo humano; otras por decisión unilateral de alguien que busca prestigio y poder y que asume voluntariamente, de hecho y ante todos, las responsabilidades de organización de la fiesta en año venidero; otras a pedido de un grupo de notables que influye o controla las actividades que supone la realización de una festividad local (Directivos, autoridades, cofradías, etc.); y, otras, por designación de algún miembro de la jerarquía religiosa, especialmente el párroco de la iglesia del lugar. A ese personaje se le identifica con diversas denominaciones según las costumbres vigentes en la localidad, región, zona de un país en concreto.
Prioste o preboste

Antiguamente, en Francia era el funcionario público elegido por el rey para la administración económica y judicial de los dominios que le eran confiados.

En España se llama así al sujeto que encabeza una comunidad, encargándose de dirigir y tomar decisiones de administración de una hermandad, una cofradía o en una asociación. Vela por la buena conservación de los bienes muebles de las mismas

En algunos lugares del Perú, el Preboste es la persona que concentra la respetabilidad del pueblo y en tal condición es nominado honoríficamente para presidir la fiesta patronal, indistintamente si aporta o no económicamente para sufragar los gastos de la misma.

El término es muy usado en la República del Ecuador. Hace poco la Ministra de Turismo de ese país, economista Verónica Sión de Josse, fue designada “Prioste de Honor de la Mama Negra 2008”, e “hicieron al presidente de la República, Rafael Correa, nombramiento como “Prioste de las Octavas de Corpus Cristi” a realizarse en la ciudad de Manta el próximo 9 de junio del año pasado .

Mayordomo

Del latín “maior”, mayor, y “domus”, de casa. El diccionario lo define en la acepción pertinente a este ensayo, como “Oficial que se nombra en las congregaciones o cofradías para que atienda a los gastos y al cuidado y gobierno de las funciones”.
La práctica de mayordomías en fiestas religiosas viene de España. Así en la fiesta patronal de la ciudad de San Sebastián, cada 20 de enero, “el día antes a esta celebración, un vecino del pueblo asumía la función de “mayordomo de la fiesta”, acompañado por sus invitados, tocando un tamboril por todo el pueblo y tirando cohetes para anunciar la fiesta. El mayordomo hacia migas, buñuelos y dulces típicos para la gente del pueblo”. En San Bartolomé de Pinares, Ávila, España, Todos los años, hay una persona que se encarga de organizar la fiesta, al que popularmente se llama "El Mayordomo", este además elige a dos jurados, que le ayudan en esta difícil labor, respetando la voluntad de los electos.
En una fiesta religiosa con raíces indígenas, en Oaxaca, México, “la responsabilidad de la fiesta descansa en un grupo o un individuo. En el primer caso se forman comités especiales llamadas “mayordomías”, para la organización de la fiesta. A veces toda la responsabilidad de la fiesta recae en un sólo individuo, el Mayordomo, para quien es un honor del que habrá de obtener un prestigio ante la comunidad en caso de cumplir adecuadamente con el compromiso ”.

En muchas fiestas del Perú siempre hay un mayordomo que es elegido anualmente entre la gente con más dinero. Comúnmente, el mayordomo es el encargado de organizar todo lo relacionado con la celebración religiosa.
Si se celebra la fiesta de un santo, virgen o señor, el mayordomo se encarga de organizarle una misa seguida casi siempre de una procesión y después de ella invitar a comer a la gente del pueblo. Así pues, el mayordomo (que puede ser mujer también) está al servicio del santo patrono y de la comunidad durante el tiempo en el que se realiza la fiesta. Se gana un respeto extraordinario al hacerse cargo de la fiesta.

Mayordomos presiden las fiestas patronales en Huánuco, Perú. Baste para confirmarlo la actuación del destacado actor peruano, Reynaldo Arenas, en su interpretación de don Facundo Acosta, el mayordomo de la fiesta tradicional de Los Negritos de Huánuco . En Huancayo, la fiesta del Apostol Santiago fiesta de la marcación del ganado, “es la festividad más importante de los andes centrales y abarca tres meses, de junio a agosto. Su fecha principal, sin embargo, es el 24 de julio, que antecede a la ceremonia de marcación del ganado. Aquí, el mayordomo de la fiesta y algunas mujeres, cuelgan en los hombros de los mozos, a manera de ofrenda y agradecimiento, largos collares llamados wuallqas . En Lucanas, Ayacucho, también se estila nominar un Mayordomo de su fiesta patronal.

Carguyojj
Es la persona que -como el prioste o el mayordomo- tiene el cargo (de ahí el término quechua “carguyojj” o “carguyoc”, es decir, “el que tiene el cargo”) de vestir, adornar y celebrar la misa en honor a la imagen del santo o santa patrona y según las tradiciones locales, sufragar total o parcialmente los actos que componen una festividad religiosa, y en general prepararla, coordinarla, dirigirla, supervisarla. También en este caso el desempeño de ese cargo, so capa de devoción al santo, está acompañado de un atributo honorífico y de prestigio personal o familiar.
Eso ocurre en muchos pueblos del Perú. Baste citar los casos de Challhuanca, Ayacucho, en la fiesta en honor al Señor de Animas que se celebra el 31 de Julio, para cuyo fin en cabildo abierto se nomina el Carguyojj principal, un segundo carguyoc llamado "OBLIGADO" o capitán de plaza, quien esta encargado de realizar la corrida de toros en el coso principal del pueblo, y hasta a un tercero, el "MARCHA MAYOR", quien provee la banda de músicos.
La participación del Carguyojj en las fiestas patronales, rige también como costumbre en Mungui y Antabamba de la Provincia de La Unión Cotahuasi, Arequipa, en cambos casos cada 2 de febrero, día de la virgen Candelaria, en donde ese personaje sufraga la mayor parte del costo de la celebración.

Es en los pueblos del departamento del Cusco, en donde la presencia infaltable del Carguyojj está muy popularizada. En la “ciudad imperial” la fiesta religiosa más importante es Corpus Christi (el cuerpo del Cristo). Durante dos semanas se realizan diversos actos religiosos y fiestas. Catorce parroquias llevan a sus santos en procesión a la catedral. El día central las efigies de esos santos van en procesión alrededor de la plaza de Armas. Varias danzas acompañan la procesión. Para cada ocasión anual, cada 21 de junio, hay “carguyocs” que acceden al honor de tomar a cargo la fiesta con la obligación derivada de financiar las actividades de la celebración, con el apoyo de amigos y familiares.

La fiesta patronal de Huayllabamba en honor a la Virgen de la Natividad consume “cuatro días de misas y danzas, procesiones y jolgorio”. Aquí, según relato de Enrique Zileri Gibson , “el carguyoc recurre a amigos y los hurc'a para que lo ayuden a parar la fiesta. Los hurc'ados, a su vez, se comprometen con una antelación de seis meses a proporcionar lo solicitado, comiendo pan especial de hurc'a y tomando cerveza negra Cusqueña con el carguyoc frente a la vigilante presencia de Nuestra Señora misma en su pequeña anda portátil... los carguyocs deben proveer desayunos, almuerzos y comidas a centenares de celebrantes que, entre locales y visitantes, alcanza un volumen importante de apetito y sed”.

En Paucartambo (nos describe Juan Orrego Penagos ), “la fiesta de la Mamacha Virgen del Carmen, se da inicio en la tarde del 15 de julio. Los danzantes, que son el alma de la festividad… agrupados en comparsas de acuerdo con su función en la procesión…, deben efectuar una serie de gastos como la contratación de los músicos, la compra del vestuario y el pago de una misa. Parte o la totalidad de los costos deben ser cubiertos por su fundador o "carguyoc" (o karquyuq), quien se compromete con la comparsa por el lapso de un año”. Cada grupo de baile representa a un personaje histórico o actividades ligadas con la historia y la realidad de la zona, entre ellos, los Qhapaq Qulla, los Saqra ("diablos"), los Waka-waka, las Quyacha ("reinitas"), los Qhapaq Negro o los Doctorcitos, los Chukchu y los “Majeños”. Los gastos que la presentación y baile irrogan son sufragados -como ya se dijo- por el Carguyoc del respectivo grupo.
Alferado
Alferado, deriva de “alférez” cuya etimología en enraíza en el término del arábigo clásico fāris, y del arábigo hispano alfáris, en ambos casos: jinete, caballero, es decir hombre ligado al caballo, al que lo monta o cuida y alimenta.

Con el tiempo “Alférez” adquirió una denotación militar según la Real Academia de la Lengua Española, “Oficial que llevaba la bandera en la infantería y el estandarte en la caballería, o también Oficial de menor graduación, inmediatamente inferior al teniente”.
Sin embargo, para los fines del tema que venimos examinando, interesa la acepción de “Alférez” revestida de distinción y renombre: “Persona que en determinadas fiestas religiosas preside los actos y sufraga los gastos, y tiene derecho a llevar el pendón de la festividad”. Entre los antecedentes históricos de este significado están: “Alférez del rey o Alférez del pendón real”, aludiendo al personaje que “llevaba el pendón o estandarte real en los ejércitos del rey”; y, “Alférez Mayor “ de una ciudad o villa, quien era el que “llevaba la bandera de la tropa o milicia a que pertenecía; el que alzaba el pendón real en las aclamaciones de los reyes y tenía voz y voto en los cabildos y ayuntamientos con asiento preeminente y el privilegio de entrar a ellos con espada”.
El Alférez Real como integrante del cabildo, era un cargo honorífico, pero sobre todo decorativo. Su función principal consistía en pasear el estandarte real que representaba al soberano español en los días de fiesta y en las ceremonias oficiales. Pese a este cargo significaba un gran honor, en muchas partes del Imperio las más de las veces se rehuía su aceptación ya que conllevaba la obligación de solventar con su propio dinero, los gastos de agasajos, fiestas y las monedas que se arrojaban a la plebe.
El término “Alferado” se aplica en la actualidad a aquél que por diversas causas y circunstancias, “hace de Alférez”, el que ha sido nominado o ungido como Alférez, aquel que lo personifica, que está “investido” de funciones y prerrogativas que en la antigua España tuvieron contenido político y militar; pero que en una realidad social actual como la nuestra, ya como figura civil y religiosa, cumple rol y funciones que desde tiempos del coloniaje han sido paulatinamente arregladas, adecuadas, acomodadas, a las cambiantes necesidades de actos y eventos de acentuado carácter religioso comunitario, indígena y mestizo.

Alferados en Puno

Las acciones de un alferado en nuestra región de Puno y en países vecinos como Bolivia, el norte argentino y áreas aymaras de Chile, no difieren mucho de los carguyojj, prebostes o mayordomos que se estilan en otros pueblos del Perú. La constante en todos estos casos es la conceptuación de que el Alferado es la “persona que sufraga los gastos de una fiesta religiosa”

En nuestra tradición cultural festiva, puede decirse que la presencia del alferado es normal, generalizada y por tanto resulta prácticamente imprescindible en toda fiesta religiosa. Aquí el Alferado no sólo asume el goce de la notabilidad y relieve social que el cargo comporta, sino también, en consecuencia y en distinta medida, las variadas obligaciones que la realización y buen término de la festividad, demandan.

El cumplimiento de esas obligaciones, también ha ido variando con los tiempos. Si antes la responsabilidad recaía virtualmente solo en el Alferado y su núcleo familiar, ahora las obligaciones son compartidas por personas que integran el colectivo social inmediato de la festividad, sea la gente del pueblo que normalmente participa en los actos celebratorios y de jolgorio, sea la membresía de una institución-cuerpo, sea los integrantes de una organización cuya acción se vincula directamente con la festividad, etc.

La forma común de compartir obligaciones para sufragar los gastos de la fiesta, es la de ofrecer aportes sea en dinero o en bienes materiales, generalmente fungibles. En el mundo socio-cultural puneño esos aporte han tomado el popular nombre aymara de “apjjatas” , de “apjjataña”: “poner”, de donde “apjjata” sería “lo puesto” o “lo que se pone o pondrá”. Estas contribuciones son ofrecidas para ser cumplidas en la próxima edición anual de la festividad, por lo con anticipación al día de la fiesta los Alferados circulan recordatorios a los oferentes a fin de cautelar el cumplimiento de las obligaciones contraídas, las cuales constan generalmente en libros de actas o cuadernos.

En la Festividad de la Candelaria, el Alferado es un personaje infaltable e importante tanto porque de consuno con la parroquia interviene decisivamente en la formulación del programa de actividades religiosas, cuanto porque es visto como el “sustentador de la fiesta”. Para cumplir este cometido, ha debido prepararse intensamente durante los meses previos a la festividad. La capa y vestido nuevo que luce la imagen de la Virgen de la Candelaria, el arreglo del anda, las flores y cirios que abarrotan el templo de San Juan Bautista, la solemne misa de fiesta a la que asisten las autoridades, los agasajos a los numerosos invitados y mucho más, corren a cargo del Alferado. Familiares y amigos le ayudan a sobrellevar esas responsabilidades.

En Puno la festividad se realiza en dos partes. La primera, el 2 de febrero, es decir el Día de la Virgen María de la Candelaria. El Alferado principal preside un ya clásico programa, junto a alferados de las distintas actividades que se ejecutan sucesivamente; entre ellas: Las “Albas” que consisten en reuniones de creyentes y curiosos al rededor de conjuntos de sicuris, durante la madrugada del 1 de febrero, en pequeños cerros cercanos al centro de la ciudad, con infaltables salvas de bombardas, camaretas, cohetes.

La “Entrada de Ceras” a cargo de quienes han participado en la “novena” o acto litúrgico que se cumple durante los días anteriores al de la fiesta, así como los “Celadores” o custodios de los bienes ornamentales y vestidos de la virgen, todos quienes en conjunto proceden, ese mismo día en horas de la tarde, al arreglo de la venerada efigie de la Virgen, el anda y el templo. Casi siempre se impone un nuevo manto y trajes para la virgen y el niño. La comitiva sale del domicilio del alferado (quien porta un estandarte o “guión”) y llega al templo, previo recorrido por principales calles de la ciudad acompañada por bandas y conjuntos de sicuris. Luego de cumplido el cometido, el Alferado recibe en su casa a quienes formaron parte de su séquito y los agasaja con comidas y bebidas, en forma moderada, pues debe asistirse a los actos de víspera.

La “Entrada de Kjapos”, también el 1 de febrero antes de que muera el día, en la que son protagonistas las autoridades políticas y representantes de comunidades campesinas de habla quechua y aymara, cercanas a la ciudad, quienes se posicionan frente al atrio de San Juan, para quemar leña traída a lomo de llama.

Las Vísperas, que básicamente consiste en una misa con destacada asistencia del Alferado, sus invitados, acompañantes notables y público, todos quienes terminada la misa pasan al atrio del templo para espectar la “quema de castillos” mientras se sirven bebidas calientes.

El día central, 2 de febrero, “Día de la Virgen María de la Candelaria”, se da curso en horas de la mañana, a una solemne “Misa de Fiesta” que corre a cargo del Alferado. Luego de la misa viene la subsecuente procesión ruidosa y multitudinaria por calles y plazas principales de la ciudad, con asistencia del Alferado, autoridades civiles, militares, Celadores de Virgen y los fieles del pueblo. El Alferado preside ambos actos en privilegiada primera fila, llevando el estandarte y luciendo una banda bordada que le cruza el pecho. A su lado, la esposa lleva una réplica de la imagen en bulto del niño Jesús, la cual que forma parte insustituible de la efigie de la virgen Candelaria.

La segunda parte, llamada “la Octava”, celebración que no tiene fecha fija como el Día de la Virgen, sino que es movible, cercana al 2 de febrero, generalmente el domingo siguiente. Hay aquí un “Alferado de la Octava” distinto al de la fiesta principal, y la mayoría de los conjuntos y agrupaciones de danzas que participan en los actos de celebración tienen también sus propios alferados. El programa de actividades guarda similitudes con el de la primera parte. Durante varios días los conjuntos de danzantes y sus bandas de músicos que los acompañan, participan en presentaciones, desfiles y exhibiciones, que en conjunto han dado justa nombradía a una de las festividades más deslumbrantes del Perú.

Lima, enero de 2009

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